Filosofía cara...

Y del mismo modo, si se abarca con la mirada, en la realidad, a todos los hombres pero no se da importancia en ellos más que a una especie de instintos, a los menos egoístas, y se los justifica respecto a los demás instintos, entonces una vez más se puede esperar algo de la humanidad en su conjunto, y en esta medida, creer en el valor de la vida, y es así, en este caso por la inexactitud del pensamiento.
Ahora bien: la gran mayoría de los hombres precisamente soportan la vida sin quejarse demasiado, y creen así en el valor de la existencia, pero es justamente porque cada uno ni quiere ni afirma más que a sí mismo y no sale de sí mismo como aquellas excepciones: todo lo que no es personal es para ellos desapercibido o percibido a lo sumo como una débil sombra. Así, por encima, para el hombre ordinario, el valor de la vida sólo consiste en que se atribuye más importancia a sí mismo que al mundo. La gran falta de imaginación de que padece hace que no pueda penetrar por medio del sentimiento en otros seres y en sus sufrimientos.
Por el contrário, quien verdaderamente podría tomar parte en ellos, debería desesperar del valor de la vida; si consiguiese comprender y sentir en sí la conciencia total de la humanidad, estallaría en maldiciones contra la existencia, y consiguientemente el hombre, al examinar su marcha total, no puede hallar en ella su consuelo, su descanso, sino su desesperación. Si se considera en todo lo que importa la ausencia final de objetivo para los hombres, su propia acción toma a sus ojos el carácter de la prodigalidad. Pero sentirse en tanto que humanidad (y solamente como individuo) prodigado lo mismo que vemos las flores aisladas prodigadas por la naturaleza, es un sentimiento por encima de todos los sentimientos. Por otra parte ¿quién es el culpable de ello?, seguramente un poeta sólo: y los poetas saben consolarse siempre."
Pensamiento nº 33, Federico Nietzsche: "Humano, demasiado Humano"